lunes, 31 de agosto de 2009

"Si pudiera obligar a todos a algo..."

es la frase con la que comienza
todo deseo de poder.

El método más efectivo fue ya el primero
(lo que desafía la idea de progreso).
Continuaron esa frase diciendo:
"... creerían
que puedo nombrar lo innombrable"

y, juntando letras casi al azar,
dieron con el nombre de Dios.

A continuación, ya por nombrarlo,
se dieron autoridad para hablar
en nombre de lo innombrable
y, en lugar de obligar, lo llamaron religar
y, más tarde, religión.

Nunca entendió Dios nuestro lenguaje,
ni nosotros el suyo... Delirábamos.

No sabían los humanos lo que hacían,
no entendían la magnitud de sus actos.

Dos siglos más tarde,
descubierta la trampa,
le dieron otros nombres:
Nación, Patria, Progreso,
Comunismo, Capitalismo...

¿Y en este siglo vigésimoprimero...
-que viene ya con la lengua fuera,
exhausto de atravesar desiertos
y sediento de una fe verdadera?

En este siglo de lengua y comunicación,
¿entenderán los grandes lo que hacen?
¿entenderán los pequeños cómo negarse?

Siempre la misma y repetida voz:
"Eugenésico siglo XX, ya llegamos..."

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